Nota editorial

Sabemos bien que la pandemia de COVID-19 ha tenido costos altísimos. Costos económicos y financieros, pero sobre todo graves consecuencias sociales debidas a la casi paralización de las actividades económicas y la suspensión por dos años de muchas actividades presenciales, entre ellas las educativas.

La virtualización de la educación, también lo sabemos, se enfrentó a la llamada “brecha digital” (la desigualdad en el acceso a equipos electrónicos y a Internet), así como a la falta de habilidades digitales para utilizar estos recursos, sobre todo para usarlos con fines distintos al entretenimiento.

Es claro que los docentes y estudiantes no estaban preparados para sustituir las actividades en el salón de clase y la escuela por las pantallas de la televisión, el teléfono celular o la computadora. En este contexto tan adverso, sin embargo, se dieron múltiples experiencias de desarrollo y aplicación de recursos educativos —entre ellos, muy especialmente, los materiales educativos digitales— para responder al desafío de continuar no sólo con la enseñanza- aprendizaje en todos los niveles, sino también de mantener el vínculo social y afectivo entre estudiantes y docentes.

Es nuestra convicción de que, en el universo de estas creaciones que muchos docentes desarrollaron con muy pocos recursos, y procurando llegar a la mayor cantidad posible de estudiantes, hay una riqueza invaluable que vale la pena compartir.

En esta etapa de “nueva normalidad”, el conocimiento desarrollado en torno a los recursos educativos virtuales sigue siendo útil para mantener espacios de formación con estudiantes de muy distintas latitudes y condiciones, y para complementar la educación presencial.

En este número de Decisio las autoras y autores de los once textos que publicamos comparten sus experiencias y reflexiones en la elaboración y puesta en práctica de materiales educativos digitales. Estamos seguros de que esta entrega será de mucho interés y utilidad para nuestros lectores.